El hacedor de Macri presidente

El siempre polémico asesor ecuatoriano logró llevar a su candidato a la victoria. Globos, obsesiones y manual de estilo del hombre que maneja la imagen del nuevo mandatario.

Quería poner un presidente, y podría inferirse que lo hizo. Y eso que hace unos meses, cuando la sucesión porteña había amagado con tambalear y en medio de la catarata de críticas del "círculo rojo" por el no acuerdo con Sergio Massa, Jaime Durán Barba había quedado en el ojo de la tormenta. Los principales analistas, consultores, periodistas y dirigentes políticos pedían a gritos una alianza con el líder del Frente Renovador, pero la intransigencia del asesor ecuatoriano de Mauricio Macri y de Marcos Peña, su funcionario más influyente, tiraban por la borda cualquier tipo de unión con el ex intendente de Tigre.

Por esos días, las versiones que se desparramaban fulminaban al estratega comunicacional de Cambiemos: que la política de Macri estaba manejada justamente por él, que no tenía vocación de poder, que Daniel Scioli se encaminaba a un triunfo seguro y que Durán Barba había admitido en conversaciones reservadas que era casi imposible triunfar en octubre y que, en todo caso, antes que perder en una alianza con Massa era mejor hacerlo dignamente, con la pureza del PRO.

El ecuatoriano, que conoció al presidente electo allá por el 2003 a través de Juan Pablo Schiavi, ex operador macrista, hizo catarsis en el tradicional almuerzo de los lunes en la sede del gobierno porteño, en Parque Patricios, cuando la oleada de críticas se había vuelto insoportable. "¿Cómo voy a querer perder? ¡A mí me sirve poner un presidente!", se desahogó en la sala comedor del tercer piso del edificio porteño. Restaban pocos meses para saber si sería héroe o villano. Fue lo primero, por suerte para él. "Cuando termina una campaña se repite un rito: si se triunfa fue por la genialidad del líder que nos condujo a la victoria a pesar de nuestros consejos. Si se pierde, su entorno dice que estuvo mal asesorado, que la culpa es nuestra. Compartimos esa suerte con los médicos: cuando un paciente sana es obra de algún santo o de la Virgen. Si muere es culpa del médico, al que enjuician por mala praxis", escribió junto a su socio y mano derecha, Santiago Nieto, en el libro El arte de ganar, agotado por estos días en las librerías del microcentro porteño.

De 68 años, aquejado por insoportables dolores corporales que lo maltrataron en los últimos tramos de la campaña, consecuencia de la diabetes; con pasado en la JP de los '70 y enamorado del peronismo de izquierda, y resistido por una enorme porción de la dirigencia del PRO que desde siempre lo miró con cierto recelo, Durán Barba es uno de los hacedores del triunfo de Macri. Junto a Peña, con quien se distanció en los últimos meses por cuestiones vinculadas a la estrategia de comunicación –algunos aseguran que también hubo una notable distancia con el propio presidente electo-, el gurú ecuatoriano se transformó en uno de los principales artífices de la victoria del jefe de Gobierno. Integra, desde hace diez años, la famosa mesa chica a la que se sientan unos pocos y en la que se decide qué, cómo, cuándo, por qué y para qué en la lógica comunicacional del PRO, ahora Cambiemos. Además de Macri, Durán Barba y Peña, Nicolás Caputo –el más decisivo- y Horacio Rodríguez Larreta son otros de los que han sabido sentarse a esa mesa.

Macri se rodeó de globos de colores por consejo de Durán Barba

El asesor ecuatoriano le debe su oficio, dice, a Manuel Mora y Araujo y, en especial, a Joseph Napolitan, que ideó el término "consultor político" en la década del '60 y que asesoró a líderes como John F. Kennedy y Hubert Humphrey en los Estados Unidos, a Ferdinand Marcos en Filipinas, a Oscar Arias en Costa Rica y a Carlos Andrés Pérez en Venezuela, entre otros. Si en épocas de elecciones locales se instala en un coqueto departamento alquilado en el barrio de Recoleta, el resto del año divide su tiempo entre su país de origen, México y los Estados Unidos. Un incansable acumulador de millas.

Por él, Macri se rodeó de globos de colores, saltó baches –por aquella recordada campaña porteña del "salto del bache", en la que compitió con Aníbal Ibarra-, tocó timbres, tomó mate cara a cara con los vecinos en casi todas las provincias del país, no ahondó demasiado en propuestas complejas, viralizó sus campañas en Twitter, Facebook y Youtube y evitó confrontaciones políticas. "Parecería obvio que las campañas electorales deberían ser distintas, pero muchos no son conscientes de eso y quieren ganarlas llenando la Plaza de Mayo con cabecitas negras como lo hacía Perón. (...) En las elecciones de 2005 y 2007, muchos dijeron que Macri no podría ganar si no hacía una concentración para pronunciar un discurso de cierre de campaña. Macri decidió no repetir las formas de una política que aburre a los electores. Con enorme imaginación organizó actos interesantes, sin gente pagada para aplaudirlo, sin tarimas, juntándose con los vecinos. En el cierre de campaña para jefe de Gobierno del 2007, en vez de llevar a miles de porteños a un estadio recorrió durante veinticuatro horas seguidas los barrios de la Ciudad de Buenos Aires hablando de propuestas que interesaban a los vecinos. Con sus acciones comunicaba que estaba con la gente, que compartía sus sueños y necesidades. Decía algo más importante: que no se parecía a los viejos políticos, sindicalistas y activistas de los cuales la gente está cansada. Este cierre de la campaña no fue la causa del triunfo, pero se inscribió dentro de una estrategia que buscaba presentarlo como un líder de los nuevos tiempos. Los cierres de campaña en los que se repiten las mismas frases decenas de veces no le interesan a nadie. Los que asisten son empleados públicos, beneficiarios de planes sociales, o miembros de sindicatos u organizaciones a los que se les toma lista luego de terminar el acto. (...) Macri no organizó manifestaciones ni ningún evento de masas. Se perfiló como un candidato que hizo comunicación mezclándose con la gente, realizando pequeños eventos. Fueron formas de la política del futuro. (...) En un mundo con tantas cosas por hacer, ninguna persona normal concurre a manifestaciones. Disfrutan de la música, comen choripanes o tortitas, toman refrescos y pasean. Luego van a otro mitín y aplauden a quien paga, digan lo que digan. El día de la elección votan lo que le da la gana", concluyó el asesor ecuatoriano en El arte de ganar.

El presidente electo nunca pronunció un discurso ante más de 10 mil personas. El cierre de campaña en Córdoba, antes de la elección del 25 de octubre, y el de la segunda vuelta, en Humahuaca, Jujuy, apenas reunieron a poco más de 6 mil personas. Y Macri nunca habló durante más de 25 minutos. Al contrario: discursos con frases hechas, repetidas hasta el hastío, en escenarios de 360 grados. Nada de estadios multitudinarios. En los que hubo movilizaciones partidarias, que fueron varios, el PRO se encargó de esconder los micros bien lejos de las cámaras. Para Durán Barba, eso es parte de la vieja política.


Federico Mayol fmayol@infobae.com

http://www.infobae.com/2015/11/29/1773091-jaime-duran-barba-el-hacedor-comunicacional-macri-presidente