“En cada destino naval, uno se siente identificado por la celeste y blanca”

General 20/12/2020 Redacción 1 Redacción 1
Suboficial Mayor Maquinista Javier Francisco Díaz, de Concepción, Tucumán.
Suboficial Mayor Maquinista Javier Francisco Díaz, de Concepción, Tucumán.

El Suboficial Mayor Maquinista Javier Díaz es oriundo de “La Perla del Sur”, así llaman a la localidad tucumana de Concepción, donde nació y vivió hasta su ingreso a la Armada a los 19 años. De chico, la imagen de un tío paterno con el uniforme naval lo impactó sobremanera: “Fue suboficial artillero en la Armada y me llamó mucho la atención verlo vestido con su uniforme blanco; fue una inspiración para mí, el único de la familia en seguir sus pasos”.

Terminó sus estudios secundarios en la ENET N° 1 de Concepción como técnico constructor maestro mayor de obras y se inscribió en la Armada. Recuerda que su papá falleció antes de que él ingresara y, como sostén de la casa, su mamá firmó con lágrimas en los ojos las autorizaciones para unirse a la Institución.
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Javier contó que se incorporó en 1989, viajó en tren, y aunque nunca había ido a Buenos Aires “tenía la certeza que la Armada iba a darme lo que esperaba: visión de futuro, formación, valores, camaradería y nuevos amigos. La Escuela de Suboficiales de la Armada fue mi segunda casa, me sentí protegido y contenido y tengo muy buenos recuerdos”.

A fin de ese año egresó como Maquinista Motorista. De cuestiones relacionadas a la albañilería, por su orientación en el colegio secundario, pasó a conocer sobre bielas y pistones. “Ser maquinista me ha generado mucha pasión por los motores y turbinas. Esa pasión y entusiasmo es lo que trato de inculcarle a los jóvenes hoy; se trabaja muchísimo pero es una especialidad apasionante”.

Un camino que nunca imaginó
En la corbeta ARA “Rosales”, su primer destino, contó que vivió una gran experiencia: “Nos destacaron al Golfo Pérsico en la Misión ALFIL II del bloqueo internacional naval a Irak. Fue una experiencia inolvidable, estuvimos trabajando con muchas Armadas del mundo y mi función estaba en Máquinas Principales y Propulsión”.

“Tengo un particular cariño por la "Rosales’"porque me ha llevado lejos y conocí muchos lugares, países y ciudades como Emiratos Árabes, Egipto, Atenas, Francia, el Mar Mediterráneo, Italia, el Canal de Suez, las Islas Canarias; fue como un viaje alrededor del mundo de la fragata pero en un buque de guerra.”

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En la “Rosales” estuvo 4 años y lo destinaron al entonces destructor ARA “Hércules”, buque insignia de la Flota de Mar, hoy transporte rápido multipropósito. “Fue un buque emblemático para mí, y marcó mi experiencia como maquinista. De allí, fui al aviso ARA ‘Suboficial Castillo’ y a bordo participé dos años consecutivos en la Patrulla Antártica Naval Combinada (PANC) con la Armada de Chile”.

A esta altura de la carrera, el Suboficial Díaz ya estaba casado con Nancy y tenían al pequeño Lautaro. Su hijo hoy tiene 24 años y, siguiendo los pasos de su padre, es Cabo Segundo Técnico Superior en Redes; también tienen a Priscila, de 15 años, ambos nacidos en Punta Alta, ciudad cercana a la Base Naval Puerto Belgrano, donde Javier ha desarrollado gran parte de su carrera.

La Antártida también marcó su carrera y, desde la primera vez, asegura que el continente blanco lo impresionó. “Fui como encargado de Embarcaciones Menores y teníamos que ir a todos los refugios antárticos para hacer trabajos de mantenimiento y extracción de la basura; también todo lo relacionado a visitas protocolares y el traslado del personal hacia las bases antárticas”.

Del "Castillo" pasó a formar parte de la dotación del destructor ARA “La Heroína”, y más tarde del “Brown”, donde estuvo 5 años encargado de Combustible. “Hicimos muchas navegaciones con otros países a bordo de la MEKO 360”, añoró.

“Mi idea desde las PANC era volver a la Antártida, pero no me imaginé dónde sería. Fui designado para hacer 14 meses de invernada en la base Orcadas, previa capacitación antártica de un año. Fue en el 2011 y Priscila tenía 5 años”, recordó.

La experiencia antártica imprimió otro sello en su carrera y en su vida. “Cada día en la Antártida se presenta cambiante y diferente pero la unión y la camaradería fueron fundamentales cuando la distancia y la nostalgia empiezan a apremiar. Vivir en Orcadas no es fácil, creo que hicimos un buen desempeño y por eso lo dejan a uno en el recuerdo y el corazón de la gente de mar. Allí estuve como encargado maquinista, vehículos y náutica.”

Le siguieron Capitanía de Puerto, en la Base Naval Puerto Belgrano, y la Base Naval Ushuaia, donde fue responsable del Taller de Mecánica y de los motores de las unidades que integran el Área Naval Austral. Así, pasaron sus 30 años en la Armada hasta su llegada a principios de año al multipropósito ARA “Punta Alta”. “Es un honor y un placer para mí ser el encargado de destino de la unidad y, para todo suboficial, es una distinción”, dijo Díaz, quien hace unos días recibió las jinetas con la nueva jerarquía de Suboficial Mayor y un nuevo destino en su carrera: la Escuela de Suboficiales de la Armada.

“Como suboficial de destino uno debe estar cerca de las personas, velar por al bienestar del buque y de la gente, transmitir la experiencia, y dar lo mejor de uno; este cargo ha sido un hito, tanto en mi faz profesional como personal. Debemos ser conductores de la mejor manera, trabajando al lado de la gente”, refirió sobre el cargo que administrará hasta fin de año.

“La Armada me dio más de lo que esperaba”
Con nostalgia habló de que todo marino, cuando pisa un destino debe adaptarse, luego se encariña, y le cuesta despegarse cuando debe comenzar de cero en otra unidad, “pero en cada destino uno se siente identificado con algo y la razón es la celeste y blanca, es la bandera flameando”, destacó.

“A la juventud le diría que la Armada es el futuro: lo prepara para ejercer una profesión, lo capacita e inculca valores importantes. La Armada es un cambio de vida y lo mejor, con el tiempo, es este sentir, de pertenecer a una gran institución que forja grandes marinos de guerra”.

Nadie supo describirle a Javier, todo lo que iba a vivir dentro de la Armada: “Nunca creí lo lejos que llegaría, la Armada me dio más de lo que esperaba. Me apasiona lo que hago y comparto la camaradería dentro y fuera de la Institución y realmente me siento muy querido”, dijo emocionado.

Sus hermanas que viven en Concepción, Silvia, Margarita y Andrea están muy orgullosas de él y ellas le recuerdan que sus papás seguramente también lo estarían. “Mis amigos de la infancia me esperan, mi barrio de gente humilde ha valorado el esfuerzo que hice, y todos me demuestran lo mucho que me quiere cada vez que viajo y siempre vuelvo a mis pagos, a mi Tucumán querido”, concluyó con entusiasmo.

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