La verdadera historia del árbol navideño
El primero en ser decorado tal como lo conocemos, se vio en Alemania en 1605 y se utilizó para ambientar la festividad
En el marco del Día de la Inmaculada Concepción de María, el armado del árbol de Navidad marca el inicio del periodo navideño. En los hogares hasta los más chicos saben cómo decorarlo y les encanta. Sin embargo, pocos conocen el significado de este adorno que no puede faltar.
Su historia se remonta a la antigüedad, cuando los germanos estaban convencidos de que tanto la Tierra como los Astros pendían de un árbol gigantesco, el Divino Idrasil o Árbol del Universo, cuyas raíces estaban en el infierno y su copa, en el cielo. Ellos, para celebrar el solsticio de invierno –que se da en esta época en el Hemisferio Norte-, decoraban un roble con antorchas y bailaban a su alrededor.
Alrededor del año 740, San Bonifacio –el evangelizador de Alemania e Inglaterra- derribó ese roble que representaba al Dios Odín y lo reemplazó por un pino, el símbolo del amor eterno de Dios. Este árbol fue adornado con manzanas (que para los cristianos representan las tentaciones) y velas (que simbolizaban la luz del mundo y la gracia divina). Al ser una especie perenne, el pino es el símbolo de la vida eterna. Además, su forma de triángulo representa a la Santísima Trinidad.
En la Edad Media, esta costumbre se expandió en todo el viejo mundo y, luego de la conquista, llegó a América.
El primer árbol de Navidad, decorado tal como lo conocemos en la actualidad, se vio en Alemania en 1605 y se utilizó para ambientar la festividad en una época de extremo frío. A partir de ese momento, comenzó su difusión: a España llegó en 1870, a Finlandia en 1800, y en el Castillo de Windsor –en Inglaterra- se vio por primera vez en 1841, de la mano del Príncipe Alberto, el esposo de la Reina Victoria.
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