Recorre junto a su hijo miles de kilómetros en una antigua bicicleta de reparto. Video
Quique y Erik partieron hace 22 días desde Chubut hacia la Quiaca en una particular aventura. Hicieron escala en nuestra provincia y Periódico Móvil pudo charlar con ellos.
Tucumán15/01/2016Mariela AlderetePunto de partida: Trelew (Chubut). Destino: La Quiaca (Jujuy). Objetivo: recorrer de sur a norte y de norte a sur los aproximadamente 3.000 kilómetros que separan las provincias, haciendo escala en diferentes puntos del país.
Dos cubiertas de repuesto, un GPS para la presición en rutas, cascos, espejos retrovisores, una carpa, aislantes, plásticos para la lluvia, valisas, una gran mochila para la ropa, encendedores, un banderín argentino como estandarte y mucha pero mucha voluntad completan la lista de cosas que engloba esta aventura épica que emprendieron un padre y un hijo.
Medio de movilidad: una antigua bicicleta Pashley de reparto, propia de los años 30' . La popular "panadera", la cual Quique se encargó de refaccionar y quizás como un homenaje al Che y Granados, la bautizó, "La Poderosa". La que en complicidad con el pedalear de sus piernas, se encarga de soportar casi 300 kilos.
Salieron hace ya 22 días y llegaron a suelo tucumano el 9 de enero. La hospitalidad no se hizo esperar, pero las tormentas tampoco y el cuerpo de bomberos voluntarios de Tafí Viejo, albergó a los cansados viajeros.
Quique Mundaca (48) nos cuenta que el artífice de esta loca idea que nació hace seis años, en realidad, fue Erik (12), su hijo: "se puso en contacto con Marcela Pensa, una atleta que vive en Catamarca y que practica cicloturismo. Me dijo que nos animemos a esto y, como a mí me gustan los desafíos, iniciamos esto que llamamos "De aventura con papá", relató el maratonista.
Pero no todo es color de rosa en esta travesía para los obstinados aventureros. En ocasiones deben soportar el calor, el frió, el viento y la lluvia. "Cuando vemos que está muy feo, tratamos de parar y hacer base donde nos toque hasta que el tiempo mejore", cuenta Quique.
"En una ocasión, tuvimos que dormir en la garita de un colectivo en la localidad de Loreto", recuerda. Pero destaca la gentileza de la policía santiagueña que puso una consigna en el lugar para cuidar a los viajeros así descansen tranquilos.
También contó que, en algunos tramos, cuentan con la solidaridad de los camioneros, que en ocasiones los levantan y los llevan unos cuantos kilómetros.
Al llegar a nuestra provincia, se toparon con otro aventurero: Etin Manca. El tucumano que estuvo al borde de la muerte, fue transplantado, se salvó y hoy, a través del deporte, lucha por la concientización de la donación de órganos.
"Esto cambió nuestro paradigma de viaje", señaló Quique. "Nos enseñó, nos emocionó y enriqueció nuestra aventura y hoy queremos ponernos esa camiseta, la camiseta de la importancia en la donación de órganos", reveló.
El próximo destino es la ciudad de Metán en la provincia de Salta. Pero, por el momento, aprovechan de Tucumán, de los paisajes, de los nuevos amigos. Y a Erik le encantó "la achilata".
Queda todavía un largo trecho para estos locos de la ruta. Desde que salieron de Trelew atravesaron ríos, montañas, caminos sinuosos, rectos, durmieron en carpa, a veces en habitaciones.
La navidad los atrapó en Huinca Renancó y el año nuevo no los dejó escapar de Las Peñas (Córdoba). Comieron a un costado del camino, y dieron entrevistas en diferentes medios locales.
Sin embargo, este viaje, esta aventura, estas experiencias y los inevitables imprevistos, forjaron un vínculo inexorable e irrompible entre un padre y un hijo, entre compañeros de ruta, entre dos grandes amigos.