
En Tucumán, el que busca comprar un arma la consigue por Facebook
Un grupo en esa red social ofrece toda clase de armamentos para la compra. Las cifras de la muerte en una provincia que, cada vez más, dirime sus conflictos a los tiros
Tucumán15/03/2016

En Tucumán, armarse no es mucho más difícil que encontrar una mascota perdida o una cita para el fin de semana. Los amantes de la pólvora están apenas a un clic de distancia del objeto que buscan: basta entrar Facebook para hallar toda clase y variedad de armas de fuego.
En el grupo Autódromo de Tucumán, los usuarios ofrecen a diferentes precios y con distintas modalidades armas para la venta. Rifles de aire comprimido hasta pistolas, revólveres y escopetas se ofertan en esa suerte de escaparate cibernético. Basta elegir la adecuada, preguntar al vendedor el precio, acordar una cita y retirarse a casa armado hasta los dientes.
La práctica no es, en sí, ilegal: las armas son objetos cuya venta no está prohibida. Eso sí: la transacción debe cumplir con una serie de requisitos legales. El producto que sale a la venta debe estar debidamente registrado en el Renar y el comprador tiene que tener la licencia correspondiente. Si todo ello no ocurre, la transacción es ilegítima y los socios están cometiendo un delito.
Nada asegura que las ventas que se concretan a través de Facebook sean ilegales, pero nada hace sospechar lo contrario. Lo cierto es que la facilidad para conseguir un arma en Tucumán despierta varios interrogantes sobre los rumbos que está tomando una sociedad que siente (o cree que necesita) armarse cada vez más.
Algunos números
A finales de 2015, la Corte Suprema de Justicia de Tucumán emitió un informe sobre los homicidios dolosos ocurridos en la provincia. Era la segunda vez que lo hacía y el resultado fue prácticamente igual al del año anterior: 111 asesinatos en 2014, 112 en 2013. El número, sin embargo, marca un dato preocupante: constituye casi el doble de lo registrado en la última década.
De esa cantidad de crímenes, sólo 12 se cometieron en ocasión de robo. Una cantidad bastante baja y que enorgullece a las autoridades de seguridad de la provincia: la mayoría de los crímenes se cometen entre personas que se conocen.
Este análisis, además de poco profundo, es sesgado. 45 de esos homicidios se produjeron en "peleas vecinales", aforismo elegante para referirse a los frecuentes tiroteos en los barrios más peligrosos producto, muchas veces, por disputas territoriales por la venta de drogas. Avanzando un poco más en las cifras, 21 de los homicidios ocurrieron en ocasión de riña. Es decir: dos o más personas que dirimen sus cuestiones a la usanza de las películas del lejano oeste: a los tiros. En seis casos las muertes se produjeron por intervención policial y en dos la muerte fue caratulada como dudosa.
Sin dudas, el alivio que sintió el lector al pensar en la baja cantidad de homicidios en ocasión de robo se desvanece al avanzar en los datos. Los tucumanos estamos, cada vez más, resolviendo nuestras disputas a los tiros.
La tasa de homicidios sigue siendo baja respecto de países que viven un verdadero infierno de violencia. Sin embargo, el número va en aumento.
¿Dónde están las armas?
A falta de estadísticas en seguridad (más allá del informe de la Corte, no hay otros datos oficiales), basta una imagen que, seguramente, pocos tucumanos lograrán olvidar en los próximos años. La de los saqueos de diciembre de 2013.
Durante esos días, no sólo se vio a verdaderas hordas de personas armadas aparecer en comercios y barrios a robarse todo lo que hallasen. También los vecinos estaban armados. Sobre los techos de las casas, en las barricadas de cada esquina, patrullando las veredas: había escopetas, rifles y pistolas en las manos de los hombres, las mujeres y hasta de los niños.
¿Dónde estaban antes? ¿Dónde fueron a parar? ¿Tucumán estuvo siempre armado hasta los dientes? ¿Todo eso ya pasó? ¿Cuántos más compraron armas tras aquellos trágicos días de ausencia (de abandono, de traición) policial?
Una bola de nieve
El eterno dilema en que la sociedad norteamericana está enredada desde hace años se plantea también en nuestra sociedad, especialmente, después de 2013. Todos sabemos que a las armas las carga el diablo pero ¿por qué los delincuentes pueden usarlas y yo no? ¿Quien me garantiza la seguridad de mi familia en una provincia que, se huele, es cada vez más insegura?
El problema de las armas es que engendran cada vez más armas. Uno y otro bando (delincuentes y víctimas) sienten que a medida que el rival se prepara mejor, es más seguro superarlo en fuerza. Claro está, la fuerza de las balas porque, como es sabido, hecha la pólvora se acabaron los valientes.
En este panorama, la facilidad de conseguir armas vía Facebook es un empujón más en la carrera por llenarnos de metal. Ciertamente, es también una ayuda extraordinaria para que, cualquiera que no tenga los "papeles" al día, encuentre vendedor o comprador irregular.
"Con cuántas muertes viene esa 22?" pregunta un usuario en el grupo. Y es, quizás, el más sabio o el menos cínico. Pone en palabras lo que todos sospechamos: que, detrás de cada arma, la muerte espera agazapada el turno de llevarse a alguien. Y si no ¿para qué otra cosa fueron inventadas?





