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Como candidato republicano, Donald Trump prometió construir un “muro grande y precioso” en la frontera con México, que pagaría el país vecino y serviría para frenar la llegada de “drogas” y “violadores”. Ahora, como presidente electo de Estados Unidos, empieza a explorar si esa promesa, un símbolo de su campaña, es viable. El equipo de Trump ha contactado a funcionarios fronterizos de Texas para conocer su opinión. La respuesta ha sido que, si se construye una barrera, debería ser una valla, no un muro, y solo en zonas concretas.
Así lo asegura Henry Cuellar, un congresista demócrata por Texas, que se opone a los planes migratorios del republicano. Cuellar, que representa un distrito que tiene 320 kilómetros de frontera, ha hablado en los últimos días con dos responsables de la guardia fronteriza que han sido contactados por el equipo de Trump. La sede central del departamento de Aduanas y Protección de Frontera ha pedido a los jefes de cada tramo fronterizo recomendaciones y un análisis de la situación sobre el terreno para transmitírselo al presidente electo.
Un portavoz de ese departamento declinó responder a las preguntas de EL PAÍS sobre esos contactos. El equipo de Trump, que asume el cargo el 20 de enero, no respondió a una petición de información sobre este asunto.
Cuellar explica que, en sus conversaciones con responsables fronterizos, algunos le han comunicado que una valla sería innecesaria en sus sectores, mientras que otros la han defendido. Nadie le ha hablado de un muro. “Si hay una valla, los responsables fronterizos quieren que sea muy limitada y que sirva para áreas concretas”, dice por teléfono el legislador, que lleva 12 años como representante de su distrito electoral en Texas en el Capitolio en Washington. “Estoy seguro de que ningún jefe de la patrulla fronteriza está recomendado que su sector tenga un 100% de valla”.
Hay 3.100 kilómetros de frontera entre Estados Unidos y México. Unos 1.000 tienen tramos de valla, levantada tras la aprobación de una ley de 2006. En Texas la frontera se extiende unos 2.000 kilómetros, pero solo 160 están protegidos por valla, según datos citados por la agencia Associated Press. El resto son separaciones geográficas, como el Río Grande o montañas.
“Construir el muro”, fue un grito de guerra en los mítines de Trump, en los que el candidato repetía hasta la saciedad esa promesa. Pero en su primera entrevista televisiva tras ganar las elecciones del 8 de noviembre, admitió que podría tratarse de una valla y declinó dar más detalles. En el vídeo en que anunció su agenda en sus primeros 100 días en la Casa Blanca, no había mención al muro con México.
Pero el equipo del futuro mandatario ha repetido que la construcción del muro se mantiene como una prioridad. Los contactos con los responsables fronterizos así lo sugieren, pero también indican que, para quienes trabajan sobre el terreno, no es necesario lo que ha planteado Trump.
Cuellar recuerda que solo el Congreso podría autorizar los fondos necesarios para levantar una barrera. El Partido Republicano, que controla ambas cámaras, defiende reforzar la seguridad fronteriza, pero legisladores de este partido han sugerido que no ven con buenos ojos un hipotético muro.
Para los demócratas, la oposición al muro se presume como un caballo de batalla contra Trump. “Una valla es una solución del siglo XIV a un problema del siglo XXI”, alega Cuellar. Subraya que alrededor del 40% de los inmigrantes indocumentados que hay en EE UU llegaron legalmente y que un muro tampoco frenaría las peticiones de asilo.
Otro factor es la realidad geográfica. Laredo, de 255.000 habitantes, es la ciudad fronteriza más importante del distrito del legislador. La única barrera física es una reja en un pequeño tramo. La separación real es el Río Grande, cuyo recorrido serpentino delimita Texas con la ciudad mexicana de Nuevo Laredo, en Tamaulipas. Cuellar dice que hay zonas en las que sería imposible construir una valla y recuerda que el gobernador de Texas, que es republicano, ha pedido que cualquier barrera respete determinados parajes naturales.
También influyen los cálculos económicos. El legislador asegura que construir una milla de valla cuesta alrededor de 6,5 millones de dólares, mientras que mejorar la vigilancia con innovaciones tecnológicas cuesta un millón por milla.
Fuente: El País
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