Cómo convertirme en formador de personas

POR BERNARDO STAMATEAS

Cuando somos humildes, lo cual significa que somos personas enseñables, tenemos conciencia de que la vida tiene mucho más para enriquecernos. Aquellos que han alcanzado la cima, y cuyos logros admiramos, han convertido el aprendizaje constante en una parte fundamental de sus existencias.

Sea cual sea nuestro campo de acción, siempre debemos atravesar un período de entrenamiento, donde adquirimos distintas lecciones. Pero también existe otro período donde podemos llegar a ser “formadores de otros”, o lo que se conoce como mentores. El placer que se obtiene de ello es inmenso. 


Todos lo que han quedado en la historia mundial, en algún momento, fueron padres de alguien. Pero no necesariamente biológicamente, sino más bien a nivel emocional o psicológico. ¿Qué quiere decir ser padre de esta manera? Tener discípulos que sigan con la tarea que el maestro un día empezó. Un maestro, formador o mentor es aquel que me brinda todo su conocimiento, y sobre todo su experiencia, para expandirme. Es decir, que me provee de recursos útiles para lograr lo que me he propuesto en la vida. Él, o ella, no solo enseña sino que además vive el hecho de que tenemos que soñar sueños grandes y accionar para alcanzarlos. 


¿Cómo puedo convertirme en un formador de gente en la vida diaria? Algunas ideas al respecto: 


  • Creyendo en la persona más que ella en sí misma. Esto se hace valorando y validando al otro con palabras de bien. También aplicando la “ley de la expectativa”, por la cual el mentor elabora un concepto de estima altamente positivo y se lo hace saber al otro (que tendrá claro qué piensa de él o ella). Como consecuencia, responderá satisfactoriamente. 


  • Guiando a la persona a descubrir su propio potencial interior ilimitado. Es decir, haciéndolo enfocar en sus capacidades y ayudándolo/a a soltarlas cuando sea necesario. 


  • Contagiando confianza a la persona. La mejor forma de motivar a alguien es confiando en él o ella porque esto le permitirá superarse a sí mismo, a sí misma. 


  • Respetando y apoyando a la persona. Un trato sano es la base de la salud emocional y psíquica. 


Para llegar a la cima y luego poder ayudar a otros, el primer paso siempre consiste en creer en uno mismo. ¿Dónde se forman nuestras creencias? Por lo general, cuando somos niños. Estas afectarán lo que pensemos, sintamos y hagamos durante toda la vida. Es por ello que, si algo que creemos ya no arroja resultados, debemos reemplazar esa creencia por otra más efectiva. Un formador de personas con una gran habilidad para desafiar a otros obtendrá un óptimo rendimiento de quienes están bajo su influencia. Todo lo que logramos en la vida, en gran medida, se fundamenta en la confianza que otros nos tienen, o no (comenzando por nuestros padres). Un buen mentor es capaz de tener un efecto perpetuo sobre sus mentoreados. 


Aquel que llega a ser una gran inspiración para la gente a su alrededor verá desplegarse el potencial de muchos frente a sus propios ojos. Creo que no existe mayor satisfacción que esa.