Techint Techint para los jubilados

Sabedora que las AFJP no durarían mucho y deberían malvender sus inversiones, el grupo recuperó las acciones de su subordinada Siderar a precio vil. El Estado recuperó sólo el 14% de las ganancias

Foto: Miguel Armoa
Ni los arietes de la guerras pueriles de la historia; ni las enormes lanzaderas de piedras que acompañaron a la espada -antes de que los cañones hicieran estragos en la humanidad de la soldadesca-; ni siquiera el escalamiento pudieron con las torres de roca que defendían las plazas asediadas por los conquistadores.   Nada ha sido eficiente contra ellas, hasta que la bomba atómica cambió el humor de los conflictos, ya en la contemporaneidad.  Es que la roca parecía invencible, esa roca acumuladas en altas torres, que los italianos llamaban rocca. 


Por extraña casualidad, un hijo de Milán, de apellido Rocca, estaría destinado a eternizarse en los  negocios transnacionales, trascendiendo la mismísima contemporaneidad y con la misma dureza de la roca original. El bueno de Don Agostini, allá por la década del 60 del siglo pasado, fundó un imperio económico y financiero después de pelearse con Mussolini por la fabricación de los cañones sin costuras -durante la Segunda Guerra Mundial- y se radicó en la Argentina. 

Desde entonces, no paró de fundar empresas en todo el mundo y, junto a sus hijos y nietos, de meterse en cada escondrijo con olor a dinero que tuviera a su alcance. Quiso el destino que un día descubriera, entre muchas otras cuevas, los dineros de la Anses argentina. Dicho sea de paso, por si alguien todavía no lo tiene –o no lo quiera tener-  en claro, es de los trabajadores y jubilados del país.
Los sucesores del abuelo Rocca aprovecharon la fábrica instalada en la Buenos Aires de los años 60. Engendraron empresas como conejos en la Argentina: desde la recolección de basura y la consiguiente recepción de tierras de la costanera, hasta la compra de la vieja SOMISA (empresa nacional fructífera que en la época neoliberal de los 90 le fue vendida a casi por la quinta parte de su valor, de manos del privatizador menemista). 

El nieto Paolo puso su mirada en esos fondos que el Estado administraba por siempre, echando a los dueños y controladores que eran los propios jubilados. En realidad, todos echaban manos en esa caja cuando alguien necesitaba plata: también es costumbre de siempre.  Paolo Rocca, CEO de Techint, la empresa argentina controladora del grupo, sabía de algunas cosas que todos saben pero que nadie dice. 

En efecto, sin abandonar  el negocio de la venta de los productos del acero casi de manera monopólica y con precios de un mercado dominado, pasó en los primeros años del Siglo XXI a operar, como los buitres, con los resultados financieros de los fondos previsionales de los que todos echan manos. 

Ya no había endeudamiento exterior por obra de un gobierno que se decía nacional y popular. Por ello, el déficit presupuestario empezaría a rondar a no menos de $ 25.000 millones anuales. Ese desfase sólo podría ser, en parte, cubierto por apresuradas letras del Banco Central y alguna que otra operación apropiativa y generadora de recursos (también previsionales), como fueron las AFJP.  

Pero el grueso de ese déficit sólo podría cubrirse con los fondos frescos y limpios de los aportes previsionales de la ANSES. Es decir, plata que se tomaba “prestada” de los trabajadores aportantes, que así veían que sus ahorros se convertían en papelitos interadministrativos que, lejos de ser levantados, por años se renovaban y multiplicaban sin descanso. 

Se contaba, claro está, con complicidades pretéritas. En la década anterior, mediante un Pacto Fiscal impuesto a las Provincia, éstas transfirieron a la Nación sus sistemas previsionales. Por esa gestión, abonaba el actualmente cuestionado 13%, una vez que la Nación hubo abolido el 82% móvil y prohibido la asociación del haber pasivo con el activo por ley 24.463. 

Así los haberes jubilatorios fueron destruidos en la época de “un dólar vale un peso” y, por lo tanto, no podía haber inflación. Desde luego, de la movilidad ni se hablaba. Para mantener la forma, el Gobierno mandó a que fuera incluida en la Ley anual de Presupuesto, lo que formal y criminalmente nunca se hizo.

 Esto ocasionó que hoy gocemos (redondeando) de 500.000 juicios prácticamente perdidos por la Anses, 300.000 de ellos estancados en la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Paradigmáticamente, el peso de los expedientes ya derrumbó el piso de un local de la Cámara Federal de Apelaciones de la Nación, aunque no se ha visto que el caso fuera incluido en el emblemático libro Guinness de los récords mundiales. En síntesis y redondeando por lo bajo, ese pasivo cierto y previsto  de la ANSES estaría merodeando hoy los $ 65.000 millones. 

Curiosamente, en la primera década de este siglo, los presupuestos anuales prevén una amortización de $ 2.500 millones, por lo que la deuda nominalmente tardaría cerca de 30 años en pagarse salvo que, adherida a la sana costumbre internacional, se volviera eterna en virtud de los intereses que arrastraría. El por qué el “superávit operativo” de la ANSES –por las confiscaciones que antes se explicaron- no se aplica totalmente a la deuda y no es sólo explicable por el hecho de tener que atender el déficit fiscal presupuestario. Tiene otra explicación, como cuando se descubre al gato escondido, delatado por la cola negra que aparece. Y aquí, Techínt a la cabeza, aparece el sector privado ordeñando la vaca de los fondos frescos.

Siderar, una empresa del grupo Techint fue la principal vendedora de sus acciones a las pretéritas AFJP, sospechadas además de pertenecer al mismo grupo. Así, teóricamente, cubrían parte de los medrados ahorros de sus trabajadores crédulos. Contaban con la ventaja que el gobierno obligaba a consolidar esos fondos líquidos con papeles de empresas pertenecientes al Mercosur, olvidando que los principales objetivos de la empresa líder eran los escondrijos financieros externos. 

Sabedora que las AFJP no durarían mucho y deberían correr al mercado a malvender sus inversiones, el grupo Techint recuperó  las acciones de su subordinada Siderar a precio vil. Ello, con la carga de que las ganancias que habían obtenido les fueran retenidas por reinversiones en empresas propias en otros países, repartiendo sólo el 14% de los dividendos de cada año. El Estado recuperó para el sistema de reparto de las jubilaciones cerca del 88% de su capital, y sólo recibió líquido de ellas el 14% de las ganancias obtenidas.
Lo mismo hace Techint cuando puede con las acciones de sus empresas controladas que ahora tiene la Anses en su sistema único de reparto. Con la diferencia que presiona a la compra a un valor inferior al nominal, con el ariete de la retención de dividendo so pretexto de sus reinversiones externas. 

Sin embargo, no puede explicar cómo las empresas controladas son una fuente de riqueza inexpugnable, mientras supone que sus acciones se derrumban. Así, Siderar en un solo año ganando el 23% neto sobre ventas libre de impuestos y con un pasivo corriente de cerca del 21% de su patrimonio neto –el pasivo no corriente no supera el 10%-. Puede pretender un devalúo del 12% del valor de sus acciones, cuando en el mercado operan sobre la par y con el respaldo de su cotización en bolsas del mundo.  

Rocca había pretendido ya pagar $ 2.871 millones  por las acciones que tienen de sus empresas, cuando a la par esas acciones ya valían $ 3.262,50 millones. Y además, contaba con utilidades acumuladas por $ 9.061 millones, de las cuales la ANSES tenía acreditado cerca del 27%. 

Es decir, dicho en forma más simple: Techint trabaja con capital ajeno, no del ANSES, sino de los trabajadores y jubilados. Con las utilidades que obtiene de su régimen monopólico en los derivados del acero no sólo se capitaliza pretendiendo devolver a menor valor esos préstamos, sino que lo priva de las utilidades ganadas, que son expatriadas a empresas propias en el exterior. Naturalmente, se descuentan los impuestos que pagan en otros países, sin contar los reembolsos o meras elusiones de los paraísos fiscales del mundo, con lo que privan a la Argentina de impuestos a capitales propios.

La conclusión es simple: tenemos una ANSES rica, pero atada de pies y manos para disponer de lo propio, por lo cual genera jubilados pobres y futuros jubilados sin horizonte. Debe, además, colaborar con las ganancias de una empresa privada, y lidiar con los fondos que transfiere al Tesoro Nacional para sostener el déficit anual presupuestario. No es un chiste decir que cuenta con un pasivo que nadie quiere mirar de más de $ 60.000 millones, que va pagando con cuentagotas.   

Por Carlos Romero
Para Periódico Móvil