Tras la muerte de Leandro, su familia no se puede acercar al jefe de Servicios del Hospital de Niños
Una orden de restricción impide a la familia del bebé fallecido aproximarse Luis Pasteris, quien habría recetado el medicamento que presuntamente intoxicó al niño
Tucumán19/11/2015Mariela AldereteMuchos tucumanos conocen a Leandro Valdez, aunque no lo hayan visto nunca personalmente. El país entero se hizo eco del pedido de su familia el 25 de octubre de las elecciones nacionales para poder usar el avión sanitario de la Provincia para llegar al hospital Garrahan. Tras un corte de calle y la viralización de su caso en las redes sociales, la nave se puso a su disposición y partió ese mismo día.
La lucha de Leandro contra la muerte fue tenaz y duró casi un mes. Finalmente, el bebé perdió la batalla a pocos días de cumplir un año: el 11 de noviembre, Leandro murió. Junto al dolor de enterrarlo, comenzó para su familia otra pesadilla: no pueden acercarse al Hospital del Niño Jesús mientras esté allí el jefe de servicios, Luis Pasteris, quien pidió una orden de restricción contra ellos.
La enfermedad de Leandro
Para comprender los motivos que derivaron en esta prohibición, es necesario remontarse a la vida normal que llevó Leandro hasta los 10 meses. Un cuadro repetido de fiebre y malestares derivó en sucesivas consultas en el Hospital de Niños hasta que comenzó a recibir una medicación.
Fue esa pastilla, según sus familiares, la que le afectó el riñón. El director del Hospital, Oscar Hilal, afirmó el día en que Leandro partió a Buenos Aires que se había "empezado con medicación anticonvulsivante, porque ha hecho una convulsión. Y la medicación cayó mal", detalló, consultado sobre el origen de su cuadro, que entonces ya era desesperante. (Ver video)
Dolor por partida doble
En el Garrahan, los médicos prepararon a la familia para el final. El hígado de Leandro ya no funcionaba y necesitaba un doble trasplante (también de riñón). Aún así, sus posibilidades de sobrevivir eran escasas.
Fueron los mismos profesionaes quienes recomendaron realizar una autopsia para determinar la responsabilidad por su muerte y para investigar más a fondo los efectos del medicamento que tomó Leandro sobre los niños.
El cuerpo del pequeño llegó el viernes a Tucumán y fue sepultado el sábado. Cerca del mediodía, su mamá, sus abuelos, tíos, primos y vecinos volvieron a casa en medio de un dolor devastador. Cuando casi todos se habían marchado, un auto particular estacionó en la casa familiar que queda a una cuadra de la Avenida Papa Francisco, cerca de la autopista. Dos personas vestidas de policía bajaron de él con un papel en la mano.
Jorge Valdez, tío de Leandro, los recibió. Se identificaron como miembros de la comisaría 4° y le entregaron la notificación. El escrito intimaba a los familiares del niño (especialmente a su abuelo materno) a no acercarse a Luis Pasteris, el médico que había recetado el polémico medicamento al bebé y a "abstenerse de realizar cualquier acto de turbación, perturbación , y/o intimidación directa o indirecta al personal médico del Hospital de Niños Jesús". La orden, según el escrito, derivaba del juez de la I Nominación, Alejandro Javier Tomas.
La primera consecuencia de la restricción fue que no se puede recuperar la historia clínica de Leandro. El viernes en que murió, los empleados le dijeron a Alejandro que estaba "extraviada", pero le dijeron que la buscarían para el lunes 16. En el medio, llegó la prohibición y Alejandro ya no pudo volver al nosocomio, por temor a ser detenido si el médico se encontraba allí.
"¿Qué culpa tienen ellos?"
En la casa de los abuelos de Leandro abundan el dolor y los niños. El pequeño tenía muchos primos y familiares de su edad, más grandes e incluso algunos de pocos meses de vida. Todos juegan en torno a los más grandes, reunidos alrededor de una mesa la tarde del martes. Mate de por medio, entre algunas sonrisas, alguna lágrima se escapa por la reciente muerte del más mimado de todos.
La mamá de Leandro apenas puede hablar después de la partida de su hijo. Es una muchacha joven que parece ausente, retraída de la mesa familiar donde los demás adultos intercalan largos silencios con charlas entrecortadas. La quietud del dolor es, por ráfagas, interrumpida con algún griterío de los chicos que pasan corriendo y riendo, ajenos en sus juegos a la tragedia familiar que los mayores no pueden disimular. Uno de los niños que juega padece epilepsia.
"¿Qué hago yo si alguno se enferma?", pregunta Adriana Centeno, abuela y suerte de matriarca de la familia.
El tío Jorge dice que, tras el entierro de Leandro, la familia mantuvo una reunión para discutir los pasos a seguir. "Resolvimos esperar el resultado de la autopsia y manejarnos por los carriles legales. Quedamos de acuerdo en intentar vivir nuestro duelo en paz y dejar todo en manos de la Justicia", señala.
Jorge comprende la situación del médico que recetó el medicamento al bebé. "Él debe tener familia y quizás sienta temor por ella. Yo comprendería que nos impida acercarnos a su domicilio y su consultorio. Pero esta orden de restricción nos impide acercarnos también al Hospital, porque él pasa gran parte del día ahí porque es el jefe de Servicio".
El director de la institución, Oscal Hilal, asegura que si alguno de los niños de la familia de Leandro requiere atención médica la recibirán en el Hospital. Según él, la restricción afecta "especialmente" al abuelo del niño. Indicó que, para el departamento legal del Sistema Provincial de Salud (Siprosa) fue Walter quien amenazó a Pasteris.
Sin embargo, la familia siente temor. "¿Cómo hago yo para saber si Pasteris está en el Hospital cuando se quiebre un dedo uno de los chiquitos? ¿Qué hago si voy y me detienen?", insiste la abuela Adriana.
"¿Qué culpa tienen estas criaturas de lo que pasó?", pregunta Walter, abuelo de Leandro. "¿Por qué todos los niños de Tucumán tienen derecho a ir al Hospital de Niños y estos no?", insiste.
Todos coinciden en que no buscan venganza contra el neurólogo que atendió a Leandro, aunque se mantienen decididos a esperar el resultado de la autopsia para decidir qué pasos seguir en la Justicia.
Sin embargo, dos preocupaciones urgentes se ciernen sobre ellos. La primera es tratar de sostenter emocionalmente a la mamá del bebé, que parece no poder sobreponerse a lo que pasó.
La segunda es proteger a los niños que quedan en la familia: sentir la libertad que sienten todos los tucumanos, de acercarse, entrar y pedir atención para sus hijos en el Hospital de Niños, esté quien esté en el edificio en ese momento.