Lo hago perfecto o no lo hago

POR BERNARDO STAMATEAS

Columnas y Opinión29/07/2019Mariela AldereteMariela Alderete

Si un escalador de montaña ha ascendido 900 metros y le faltan solo 100 metros para alcanzar la cima, podría tener tres reacciones:

  1. Concentrarse en lo que aún le falta (perfeccionismo). 

  2. Contentarse con lo que ya logró (conformismo). 

  3. Considerar tanto lo logrado como aquello que le falta lograr. 

De la misma forma, todos los seres humanos tenemos que mirar hacia atrás para hallar motivación y, al mismo tiempo, ser desafiados para avanzar. Esta es la mejor forma de no caer en el perfeccionismo. Todos tenemos puntos débiles pero podemos transformarlos en puntos fuertes si los reconocemos y no los escondemos porque nos causan vergüenza.

Y, sobre todo, es importante desechar algunas ideas equivocadas al respecto. Una de ellas es que, si ignoramos algo, no seremos capaces de disfrutar ningún logro. Cualquier persona puede subir a su auto y conducir, aun cuando no sepa nada del motor de su vehículo, y llegar bien a destino. La persona perfeccionista tiene la creencia de que “si sabe todo, si conoce cada detalle, llegará a destino”. 

Amiguémonos con nuestras debilidades porque solo quien se reconoce débil es fuerte. Nuestra verdadera fuerza está en el reconocimiento de aquello que desconocemos, que no nos sale tan bien, que nos asusta, que nos hace sentir vulnerables. Tomar la decisión de superar todo eso nos permite avanzar disfrutando tanto el camino como la meta a alcanzar. 

Mucha gente vive en los extremos y expresa: “Todo me sale mal… nadie me entiende… nunca hago nada bien”. Son personas que pasan de repente del 0 al 100 para quienes todo es blanco o negro, sin percibir todas las opciones que existen en el medio. Como resultado, se sienten siempre insatisfechos y muy lejos de la perfección. Por mucho que nos esforcemos jamás podremos alcanzarla porque ¡nadie es perfecto!

¿Por qué alguien se vuelve perfeccionista? Por lo general, es una persona que ha tenido padres muy exigentes para quienes nunca nada estaba bien, hiciera lo que hiciera. Si se sacaba un 8 en la escuela, le decían: “Está bien… pero te podrías haber sacado un 10”. También se puede tender a buscar la perfección por la presión social de los conocidos y por “aprendizaje vicario”. Esto último significa que se imita a alguien más.

El perfeccionista posee estos tres rasgos principales: 

  1. Siempre teme equivocarse. Por eso, cometer un error lo equipara con el fin del mundo. Usa frases como: “Soy un desastre”. En el fondo, desea desesperadamente ser aceptado y depende por completo de la opinión de los demás. 

  2. Sus objetivos suelen carecer de lógica. Se pone metas del tipo bajar 20 kilos en un mes o encontrar al hombre o la mujer ideal (léase perfecto/a). Todo lo que hace está encaminado a lograr eso. Cuando se da cuenta de que no es posible, se deprime.

  3. Tiene serias dificultades para relajarse. Como mide todo en términos de logro o resultado, nunca puede relajarse haga lo que haga.

Solo cuando nos aceptamos tal como somos, con defectos y virtudes, podemos escapar de la trampa del perfeccionismo que tanto daño nos hace.



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