

Todos recordamos a alguna maestra o algún maestro que dejó una huella imborrable en nosotros. Ya sea a través de la enseñanza formal o informal. ¿Pero qué hace que una persona sea excelente en su manera de transmitirnos determinado contenido?
En primer lugar, un buen maestro tiene interés por sus discípulos y siente pasión por su campo de conocimiento, es decir, por lo que les transmite que puede ser en forma de información o de experiencia. Estas son algunas de sus actitudes más relevantes:
-Siempre da lo imprescindible
No se preocupa por terminar todo el contenido y no ser interrumpido. En realidad, cuando faltan ideas interesantes (y útiles), todo se reduce a emoción que al poco tiempo se desvanece. Lo mismo si solo comparte ideas racionales sin afecto alguno. Eso también dura poco. Un buen maestro sabe que cuanto mayor sea el impacto emocional en sus alumnos, mejor quedarán fijadas las ideas que les transmita.
-Formula preguntas
Lo ideal para que la curiosidad de los alumnos no decaiga son las preguntas. Preguntas del tipo: “¿Qué harían si…?”; o: “¿Qué opinan de tal tema…?”. Y si además, cuando un alumno responde correctamente, el maestro lo felicita, eso hará que el concepto que quiere enseñar quede fijado. En todo proceso de aprendizaje la persona necesita que la hagan pensar, cotejar información, etc. No que le den todo servido.
-Hace uso de la razón pero también de la emoción
Las personas, a diferencia de lo que muchos creen, somos más emocionales que racionales. Primero emoción y luego, razón. Solemos pensar pero fundamentalmente “sentimos” frente a todo lo que nos sucede. Lo que nos ayuda a cambiar no es la razón sino la emoción. Pero para no perdernos en esta última necesitamos desarrollar “inteligencia emocional”, es decir, aprender a sentir. Un buen maestro tiene esto en cuenta y emplea la emoción junto con la razón para sacar el mayor provecho.
-Genera el mejor clima para aprender
Es un clima de afecto, de alegría, de placer y de respeto mutuo. Es imposible enseñar (y aprender) cuando hay presión, malestar, ansiedad o miedo. Pero un clima positivo siempre nos permite relajarnos e incorporar la información. Esto no quita que el maestro les exija a sus alumnos y espere lo mejor de cada uno. Para ello, debe conocerlos tan bien como conoce su material.
-Hace que su aprendiz se sienta “capaz”
Alguien que se siente incapaz, o en inferioridad de condiciones, no logra aprender. Un buen maestro siempre genera un ambiente de confianza porque refuerza la estima de sus alumnos (jamás la destruye). Esto solo es posible cuando no se coloca a sí mismo en un pedestal, desde donde se suele humillar a los demás, sino que ve a quienes están a su cargo como seres humanos competentes y capaces con un potencial ilimitado.
Para concluir, un maestro de excelencia no da simplemente una buena clase ni demuestra a sus alumnos cuánto sabe sobre su materia sino que, sobre todas las cosas, conquista su corazón y deja en ellos el mejor recuerdo para toda la vida.





