La ausencia de Franco Núñez delata a un Estado ineficiente, cómplice y asesino
Artistas, amigos y familiares del joven arrastrado por el canal el 8 de diciembre de 2014 inauguraron hoy un mural en su honor en barrio Ejército Argentino
Columnas y Opinión03/02/2016Mariela AldereteFotos: Andrés Figueroa
La voz de Franco Núñez, sus ganas de bailar bachata, su conversación con las señoras del barrio, su pasión por salir a pasear en carro, su enojo cuando alguien dice groserías, su silla en la mesa familiar, sus estudios de carpintería: todo ha desaparecido.
Su ausencia marca a fuego las mañanas de Margarita, su mamá, que no se acostumbra a no tenerlo en casa. No sabe si ha muerto y debe llorarlo, o si vive y tiene que salir a buscarlo. La incertidumbre le socava el corazón.
Franco no sólo falta en su casa de Barrio Ejército Argentino. Nos falta como sociedad. Tenemos un muchacho de 23 años, con retraso madurativo, mendigando vaya uno a saber por qué calles o muerto en algún rincón del canal sur. Su ausencia delata a un Estado ineficiente, cómplice, asesino.
Muy poca gente fue hoy a la inauguración del mural en su memoria. Vecinos que lo buscaron desde el momento mismo en que desapareció, familiares que lo vieron nacer y compañeros de infinitas marchas.
Ni un sólo funcionario hizo acto de presencia, ninguno de los que puso la firma para la construcción del puente (el joven puente, de apenas 3 años) que lo devoró. Ningún representante del Estado que debió ocuparse de su búsqueda desde la hora cero, sin descanso, sin feriados, sin vacaciones. Nadie. El Gobierno dijo ausente y lo hizo a mucha honra.
Quienes inauguraron el puente criminal que cedió a los tres años de construido ocupan altos cargos en el Estado Nacional: José Alperovich hoy es senador y Domingo Amaya, subsecretario de Vivienda. Atrás quedaron las febriles inauguraciones de obras de cartón durante la campaña electoral de 2011: hoy, una de ellas se llevó la vida de Franco. Las carreras de los responsables no se han sufrido siquiera un sacudón. Por el contrario, se han potenciado.
En la calle, bajo un sol abrazador de febrero, sólo quedó un grupo de desplazados de las instituciones del Estado. Los que ni siquiera son atendidos en la Casa de Gobierno, los que no pueden aunque sea mirar de lejos el expediente paralizado (que, para colmo de males, se archivó durante la feria judicial). Quienes buscan a Franco Núñez no son lo suficientemente ricos para acceder a la Justicia ni lo bastante poderosos para que la Policía se ocupe de ellos.
En la esquina del pasaje Lima y Juan B. Terán, desde un paredón desamparado, los ojos de Franco miran a todo Tucumán. Le recuerdan que tiene un hijo perdido, le reclaman su corta memoria. Rodeado de claves musicales, Franco pide a gritos, desde el mural que hoy inauguró un grupo de artistas, que no lo olviden.
A algunos, la memoria se nos vuelve en contra por las noches. Franco nos falta. Nos necesita. Y no podemos conseguir que lo busquen. A algunos se nos han cansado las manos de golpear puertas, a otros se les ha consumido la vida de salir a buscarlo como loco, siguiendo cualquier pista. A muchos, se nos ha emocionado el alma de creer que estábamos cerca y se nos ha destruido en minutos al sentir que un dato era falso. O que podría haber sido verdadero, pero no existe forma humana de movilizar a la Policía para comprobarlo.
Franco nos falta y algunos nunca vamos a dejar de buscarlo.
A partir de hoy, sus ojos inquisidores miran desde un mural en Barrio Ejército Argentino a los funcionarios que este mismo mediodía se golpearon el pecho ante las cámaras por una muerte aberrante; pero que han condenado al más cruel olvido a un joven con discapacidad, víctima del negociado de la obra pública.
Franco: te seguimos buscando. Te vamos a encontrar.
Por Mariana Romero
Para Periódico Móvil
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