Cinco hechos que ponen en duda la voluntad del Siprosa de conocer la verdad sobre el caso de los mellizos
Contra cuatro pruebas científicas, el Estado sólo tiene la palabra de quienes podrían haber cometido un delito. Y elige creer de manera ciega en ellos. Estos son los cinco puntos más polémicos de la causa que conmociona a los tucumanos
Columnas y Opinión08/04/2016Mariela AldereteEl caso de Herminia Antonia Juárez, la mujer que asistió al Hospital Eva Perón para tener mellizos y recibió sólo un bebé, deja al desnudo que en nuestro Sistema Provincial de Salud (Siprosa) la fe prima sobre la ciencia. Es más, la sepulta.
Las posibilidades son dos y nada más que dos: o el segundo bebé existió y continúa desaparecido; o no existió nunca. La primera hipótesis está basada en cuatro estudios científicos; la segunda, en la fe. La fe ciega en la palabra y la honradez de quienes participaron del parto. El Siprosa eligió la segunda, aun antes de que las pericias hayan siquiera comenzado. Eligió la fe.
Hay al menos cinco hechos que ponen en duda la voluntad del Siprosa de dilucidar lo que en verdad ocurrió. Y es lógico: el sistema de salud de la provincia es la parte sospechada en este caso, ese es un punto que no hay que perder de vista.
Hecho 1: La tardanza
El parto terminó cerca del mediodía del 7 de abril. Diez horas después, nadie había informado al titular del Siprosa, Gustavo Vigliocco, que una familia, con las pruebas en la mano, denunciaba la desaparición de un bebé en el Hospital y que había hecha ya una denuncia policial. El funcionario (que había recibido ya un llamado telefónico de una persona allegada a la madre) tomó pleno conocimiento a las 22 de ese día sobre la gravedad de lo que ocurría a través de un periodista. Fue él quien llamó por teléfono a la directora del Hospital, Elizabeth Ávila, quien reconoció la situación crítica en la que se encontraba.
Hecho 2: El resguardo de las pruebas
En lugar de resguardar las pruebas de lo ocurrido, el Hospital continuó funcionando con normalidad. Las autoridades no pidieron la presencia de un fiscal o, aunque sea, un escribano. Ante la denuncia de un bebé desaparecido, no cerraron los accesos al Hospital. No evacuaron el lugar del hecho ni lo aislaron. No reforzaron la guardia policial. Es más: ni la Policía ni la Fiscalía fue informada por las autoridades de lo que estaba ocurriendo.
Al día siguiente, yo misma fui al Hospital. Entré con mi gran bolso a cuestas a todas las áreas que quise sin que ningún policía me detuviera. Llegué (tras haberme perdido en infinitos pasillos) al lugar mismo donde estaba Antonia. Me retiré del lugar sin que nadie me preguntara dónde había andado ni qué llevaba en mi bolso.
Cuando la fiscala Adriana Giannoni llegó al lugar al día siguiente, encontró cuatro placentas que estaban a punto de ser retiradas por el servicio de recolección de residuos. La funcionaria judicial las rescató y ordenó su secuestro, junto con la placenta que el Hospital aseguraba que correspondía a Antonia Juárez. Ordenó que los exámenes de ADN se practiquen a todas.
Hecho 3: La cantidad de ecografías
El Gobierno detalló a través de su página web que la paciente se había realizado sólo una ecografía en el Hospital del Este. La ministra de Salud, Rossana Chahla, lo reafirmó. El dato es absolutamente falso: Antonia se realizó tres en ese nosocomio (ver detalle de cada una). La primera, el 22 de marzo; la segunda, el 28 de ese mismo mes (eco dopler) y la tercera, el 4 de abril. Las tres (más una, realizada en un centro privado) dijeron que era un embarazo gemelar. Todas están en manos de la fiscala Adriana Giannoni.
Hecho 4: La ecografía que no está
Al día siguiente del parto, la directora del hospital dijo en el programa Los Primeros (Canal 10), que existía una ecografía de las primeras semanas de embarazo que mostraba sólo un embrión. El Gobierno lo volvió a afirmar en su página web. La familia niega la existencia de ese estudio. Pero no es la única: en conferencia de prensa, el titular del Siprosa reconoció que no tienen en su poder esa misteriosa ecografía.
Hecho 5: El tacto
A Antonia no sólo le realizaron cuatro ecografías (tres en el mismo hospital y una en un centro privado). También le realizaron un tacto. La doctora que lo practicó terminó la consulta felicitando a la mujer porque iba a ser mamá de dos niños. El estudio se realizó en marzo en el mismo Hospital Eva Perón.
Cuando la fe vence a la ciencia
Para contrarrestar la evidencia aportada por cuatro estudios científicos (realizados en dos lugares distintos) sólo está la palabra de quienes intervinieron en el parto. Esos profesionales aportan una versión que desafía cualquier certeza científica y que no tiene precedentes en la historia de la salud de toda la provincia, según reconocen sus propias autoridades.
Es decir: contra cuatro pruebas científicas, la palabra de los sospechados. Y el Siprosa, sin dudar, elige la palabra de los sospechados, aunque desafíe toda lógica. Lamentablemente, la única testigo que podría decir si la palabra de los profesionales es cierta no puede hacerlo: Antonia estaba sola, anestesiada, semidesvanecida y con un biombo que le impedía ver. Le habían prohibido entrar al parto con un familiar.
Para ello, el Siprosa apela al argumento cierto de que todo diagnóstico por imágenes tiene un margen de error. En este caso, el error (insisto, inédito, nunca había ocurrido antes) no sólo se produjo una vez sino que se volvió a producir. Y luego, otra vez. Y finalmente, una cuarta.
Cuatro ecografías mostraron la existencia de un segundo bebé con su propia bolsa y latidos de corazón, mediciones en milímetros y peso en gramos que iba evolucionando hasta el día anterior al parto. Esa evidencia científica, sin embargo, queda descartada para el Siprosa por la palabra de la cirujana y los demás intervinientes en el parto.
El Siprosa no evalúa la hipótesis de que el bebé haya existido. Descarta de plano esa posibilidad. El niño que vio la ciencia nunca existió y, como toda prueba, aporta sólo la palabra de quienes estuvieron en el parto. "Es imposible", "esa posibilidad no existe", "que se pueda perder un chico es algo que no existe", son algunas de las sentencias del titular del Siprosa.
En lugar de evaluar la posibilidad, el sistema de Salud la niega con una certeza del 100% y de entrada, antes siquiera de que se hayan comenzado a realizar las pericias. "Es imposible investigar esto", reafirma Vigliocco.
No tiene dudas. La posibilidad de que un equipo de médicos haya sido cómplice de la desaparición de un bebé, para el Siprosa, queda descartada sólo porque ellos dijeron que no lo hicieron.
Sí, en cabio, se apuntan todos los dardos contra la ecografista Constanza Zelaya. La profesional, apenas conocido el caso, fue apartada de sus funciones. No ocurrió lo mismo con los participantes del parto. No fueron siquiera mirados de reojo porque ellos dijeron que son inocentes y eso constituye prueba suficiente para el Siprosa. Por el momento.
El horror
La posibilidad de que el niño haya sido robado o haya muerto y su cuerpo se haya ocultado resulta horrorosa, inhumana, insoportable para el alma. Evaluar esa eventualidad es doloroso, nos lleva a los sitios más aterradores de la bajeza humana. Sin dudas, sería mucho más soportable (y menos escandaloso) que finalmente se compruebe que en realidad Francisco Daniel sólo existió en la mente de una madre esperanzada.
Pero si la posibilidad del robo de un bebé existe, necesitamos de un Estado que, al menos, la contemple. Que no cierre los ojos, se tape los oídos y gire de un lado al otro la cabeza repitiendo "es imposible". Tucumán merece un Sistema de Salud que nos diga que el robo de bebés no existe con más pruebas en la mano que la palabra de quienes podrían haber cometido el delito.
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