El poder destructivo del chisme

Todos conocemos a alguien chismoso. Aquel que tiene la creencia que, compartiendo una noticia (en realidad un chisme) con otros, será capaz de ganarse su confianza y aceptación.

Columnas y Opinión22/08/2016Mariela AldereteMariela Alderete

¿Cuál es el objetivo del chismoso? Obtener placer al ser escuchado con atención. En el fondo, se trata de una persona que no tiene la capacidad de introspección, es decir que no se conoce a sí misma. En la mayoría de los casos, no tiene sueños ni proyectos personales y, como no soporta hablar de sí mismo (porque, en su opinión, no tiene nada interesante que contar), habla de los otros. Al chismoso le cuesta muchísimo mantenerse en silencio y su tema de conversación preferido es la vida de los demás. Por lo general, se trata de alguien de personalidad inmadura a nivel emocional. Es una persona frustrada con ira o agresividad reprimidas que intenta descargar hablando mal de otros.

Para que el chisme cobre vida, solo basta con que una persona lo escuche y lo comparta. La mejor forma de terminar un rumor es cerrando los oídos y diciendo con firmeza: “No me interesa escuchar lo que me querés contar”. El chisme es veneno puro y puede envenenar a personas, relaciones y familias enteras. Lo cierto es que, cuando se echa a rodar un rumor, suele ser difícil detenerlo. Sin embargo, es aconsejable hacerlo antes de que sea demasiado tarde. Las palabras tienen el poder de construir o destruir. Optar por lo primero es beneficioso no solo para nuestra mente, sino además para nuestro cuerpo. Quien se crea el hábito de mirar su interior nunca caerá en el hábito tóxico de mirar la vida de los demás y hablar de ellos.

También evitará caer en el chisme aquel que ha aprendido a metacomunicar, lo cual quiere decir “hablar de lo que hablamos”. Todos captamos lo que ocurre en el mundo exterior por medio de aquello que percibimos. Pero es casi imposible captar algo que vimos o escuchamos de manera total y objetiva. Por ejemplo, podría suceder que un amigo te pida que lo invites a comer el fin de semana y le respondas que le avisarás el día y la hora exactos. Lo llamás y le dejás el mensaje en el contestador diciendo que lo esperás el sábado a la noche. Pero tu amigo no escucha el mensaje grabado (por la razón que fuera); de modo que llega el día, preparás todo para recibirlo en casa, pero él nunca aparece. Si, en lugar de comunicarte con él para aclarar la situación, te enojás pensando que no asistió porque no le importó la invitación, tal actitud puede dar lugar a que comiences a hablar mal de él y se distancien.

Prestar los oídos al chisme puede traer como consecuencia una grave daño en la vida de otra persona; sobre todo, cuando se la juzga por la información recibida, sin ni siquiera haber comprobado si es verdadera o no recurriendo a la fuente. Tengamos en cuenta que un rumor no solo habla mal de alguien, también habla mal de aquel que lo disemina. Por eso, usemos nuestro tiempo para actividades que nos conduzcan a alcanzar nuestras metas y resulten útiles a otros. Los resultados nos sorprenderán.

or Bernardo Stamateas
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