Mentalidad de aprendiz

Solo quien es humilde es capaz de decir: “Quiero aprender, mejorar y crecer”. Pero en este punto necesitamos definir qué entendemos por humildad, ya que su concepto ha sido distorsionado.

Columnas y Opinión 19/09/2016 Mariela Alderete Mariela Alderete


Se dice que, justo antes de morir, Jigoro Kano, el creador del judo, les hizo esta petición a sus alumnos: “Cuando me muera, entiérrenme con un cinturón blanco (de principiante), no con uno negro (del nivel más alto)”. Aprender debería ser una tarea que dure toda la vida. Colocarnos a diario el cinturón blanco de “aprendiz” nos convierte en expertos.


Cada situación que vivimos, sea positiva o negativa, nos puede dejar una enseñanza, pues tiene una semilla de aprendizaje que nos promueve al siguiente nivel. Las personas verdaderamente exitosas se pregunta a menudo: “¿Qué me puede enseñar esto que está sucediendo?”, a diferencia de quienes son orgullosos, quienes creen que lo saben todo y no admiten que nada ni nadie les enseñe.

Solo quien es humilde es capaz de decir: “Quiero aprender, mejorar y crecer”. Pero en este punto necesitamos definir qué entendemos por humildad, ya que su concepto ha sido distorsionado.


Definición de humildad

Ser humilde no significa:


• Tener pobreza económica.

• Llevar a cabo ciertas tareas (como un millonario que prepara y sirve café).

• Tener buena educación.

• Sentir desprecio hacia uno mismo y rebajarse.

• Tener baja estima.

• Tener falsa humildad (en realidad, es una forma de narcisismo).


El término humildad deriva de “humus”, que quiere decir “tierra”, y hace referencia a la capacidad de aprender, de tener un espíritu enseñable y mentalidad de aprendiz. Lo cierto es que los humildes tienen más probabilidades de alcanzar el éxito en la vida, pues:


El aprendizaje es el camino al éxito.


El 70% del aprendizaje que realizamos es informal, es decir que tiene lugar por observar lo que sucede. Podemos aprender de nuestros errores, de los errores ajenos, de nuestros mentores, de las circunstancias, de todo y de todos.


El “agrandado” o el “fanfarrón”, como comúnmente lo llamamos en Argentina, es aquel que, por ejemplo, en el lugar de trabajo le dice a alguien que acaba de ingresar: “Si querés aprender, observame a mí”. En el fondo, se siente amenazado por la presencia del recién llegado y alardea de que él es el que sabe.


¿Cómo conviene reaccionar frente al agrandado? Aceptar su discurso pero minimizar el impacto. Tolerarlo, sin prestarle demasiada atención ni discutir, para que no se produzca una enemistad. Jamás deberíamos intentar “bajarle los humos”, porque la inseguridad que posee en su interior e intenta disfrazar podría tornarse en agresividad.


Tampoco hay que tomar en cuenta sus consejos porque su necesidad emocional de ser objeto de las miradas de los demás no le permite ser totalmente racional y objetivo. Quien se comporta de esta manera, por lo general, impacta negativamente porque todo lo vive como una competencia y su mensaje es: “Soy mejor que vos”.


El orgullo suele ser el anticipo de grandes desastres. ¿La razón? El orgulloso cree que no tiene nada que aprender y se enaltece a sí mismo. De este modo, crea un falso yo para ocultar su vacío interior. El narcisista cree tener una importancia que en realidad no tiene y se considera por encima de cualquier persona, incluso sus familiares y amigos. No sabe decir “no sé”, lo cual hace que busque con desesperación sentirse aprobado y admirado (ser el centro de atención) por la gente que lo rodea.


La humildad es el ingrediente que nos permite gestionar los errores inteligentemente. No perdamos tiempo en discusiones vanas, intentando tener la razón, mientras otros conquistan sus objetivos y logran lo que se proponen.


¿Qué lugar ocupa el aprendizaje en tu vida?

Por Bernardo Stamateas
Para Periódico Móvil

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