Funeral a cielo abierto

Raúl Hijo, soldado, lo habrá intuido al momento de negarse, y es por eso que se dejó matar, hundiendo al padre en la miseria más salvaje, sin poder pagar su tumba.

Columnas y Opinión21/11/2015Mariela AldereteMariela Alderete
Foto: Chemtrailsevilla.wordpress.com
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Raúl Padre abandona Montería, lento paso del Caribe colombiano hacia la cordillera. Lleva un hijo muerto en las espaldas. Se detiene en las narices mismas del Gobierno. “Del cementerio me han corrido a mi hijo, me lo han sacado a la calle y no tengo donde ponerlo”, grita. Las lágrimas le van enfureciendo.

La plaza Bolívar, centro político e histórico de la ciudad de Bogotá, es testigo del lento funeral. Don Raúl Padre, hijo muerto a cuestas, insiste: “con mi hijo han matado a mi nieta y a mi nuera”. La niña tenía 30 días cuando fue asesinada por militares anónimos.


A Raúl Hijo, soldado colombiano, lo había matado el ejército por negarse a fusilar a dos campesinos desarmados. Los dos campesinos no muertos, o sí, nadie lo sabe, estaban destinados a formar parte de la larga lista de los más de cinco mil acribillados en Colombia, conocidos como Falsos Positivos.

 Los Falsos Positivos son  muchachos pobres reclutados los caseríos miserables, llevados a la selva y ejecutados sin más por los militares.

Por cada guerrillero muerto (o falso guerrillero, es lo mismo) el Estado colombiano paga al soldado ejecutor una suma de dinero que no alcanza para ahogar en chicha la conciencia.

Raúl Hijo, soldado, lo habrá intuido al momento de negarse y es por eso que se dejó matar, hundiendo al padre en la miseria más salvaje, sin poder pagar su tumba.


Y es así que, por falta de tumba y de fortuna, se lleva a cabo el velorio, de cuerpo presente y a cajón abierto; y no hay Dios ni Patria ni Occidente que contenga el río de llanto de Colombia ante tanta muerte desgraciada.


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